Hoy en día, nuestra identidad está estrechamente vinculada a nuestra dirección de correo electrónico. En muchos casos, esta puede ser incluso más importante que nuestro número de teléfono o dirección física. Por ello, garantizar que nuestra familia tenga acceso a nuestra cuenta de correo electrónico es fundamental para facilitarles las cosas en el futuro.
Sin acceso a tu cuenta de email, puedes perder, entre otras cosas, la capacidad de restaurar las contraseñas de otros servicios.
En mi caso, utilizo una dirección de correo electrónico de pago. A diferencia de la mayoría que emplea servicios "gratuitos" como Gmail o Apple, opté, hace años ya, por un proveedor especializado en correo electrónico: Fastmail. Esta elección se basa en la importancia de no perder el acceso a mi cuenta, tanto a nivel personal como profesional. Además, la posibilidad de contactar con el servicio de atención al cliente de Fastmail en caso de problemas es una ventaja significativa. Suerte si alguna vez tienes que contactar con Google.
Considero este gasto como una inversión necesaria.
A modo de curiosidad, el email más antiguo que conservo es del 2003 (22 años de emails!). Tengo aproximadamente 60.000 emails recibidos y 21.000 enviados y toda la cuenta ocupa 12GB de espacio.
Para asegurar la continuidad del servicio, he cambiado la tarjeta en la que se realiza el pago anual, garantizando que no haya inconvenientes en las renovaciones futuras. Asimismo, mi familia tendrá acceso a mis credenciales, lo que le permitirá gestionar cualquier comunicación importante que llegue a mi correo electrónico.